CaribeAndo

martes, 2 de octubre de 2007

yolanda ARROYO

LOS DOCUMENTADOS (FRAGMENTO)

Ahora que la soledad ha invadido la playa —ya no más documentados, ni patrullas costaneras, ni carreras o escapatorias—, Kapuc salta de los brazos de Humberto y camina hacia las olas. Allí, frente a las nubes que esconden la luna, lleva a cabo el ritual de limpieza y despojo que alguna vez le enseñara su abuela. Está sola, completamente. Sabe que es así porque sus orificios nasales se lo confirman. Todo lo que percibe en adición a los olores de la playa, es el olor de consideraciones cítricas que para ella ha creado el árbol manglar. Humberto envuelve su corteza en una alfombra de limonero y en ocasiones emite capullos ovoides, tal como lo haría el naranjo, lleno de pezones salientes en la base, de cáscaras lisas, arrugadas, surcadas según las facetas; su pulpa biliosa dividida en gajos y su lengüeta jugosa y de sabor ácido hacen la estadía de la niña más apacible. Se vuelve rutáceo, de hierbas dicotiledóneas, y perennes para hacerle la vida más fácil a Kapuc, para que la trayectoria en su entorno no sea tan accidentada. Se vuelve florido, ronco, liso y ramoso, para que ella descargue sonrisas mientras atestigua la dureza de la vida frente a sus ojos. Se hace de copa abierta y hojas alternas elípticas, dentadas, para que el mutismo, la observancia muda, sorda que aborrece el alma, no cale tan hondo en sus entrañas.

Kapuc se acerca a la rompiente y cierra los ojos. Evoca a la abuela Petronila y sueña despierta que todavía la persigue por los callejones con una mezcla de olores a batata, a aceitunas y a papas. Petronila cosechaba las papas en su huerto en honor a los incas. Le hacia jurar a Kapuc que cuando ella fuera más grande estudiaría las civilizaciones amerindias para aprender de ellas los misterios de la vida. Acto seguido, corría hasta la playa, ya entrada la noche, y al llegar a la orilla la abuela se bajaba las pantaletas y dejaba escurrir el chorrito ámbar. Kapuc reía. Reía tanto con la abuela. Y la imitaba. Bajaba sus pantaloncitos de volantes y vivos rosados, se ñangotaba y tiraba el hilito amarillento bilioso.

Eso mismo hizo ahora. Se acuclilló dejando atrás los panties de algodón verde menta, y marcó el rastro de su esencia sobre la tierra. Salió calientito. El olor cítrico sobrepuesto que ahora manaba de un modo como artificial, le hizo saber que alguien más permanecía en los alrededores.

Los documentados, novela
Capitulo 28
Por Yolanda Arroyo Pizarro

sábado, 1 de septiembre de 2007

maría gilma ARROCHA

PROYECTO VALENCIA

Vengo vestida de sol

Pava, caribe en ola

Vengo diablo rojo

En embarque de plátano

Son de regué

meneando

mis dedos


Vengo decidida

Sal en mis fosas

Mediterráneo

en

Mis ojos


Vengo abriendo el compás

Poniendo mariposas

En el toro,

Sol en la lluvia,

Luz en mi sueño


Texto y fotografías de María Gilma Arrocha.

viernes, 10 de agosto de 2007

Lilia MENDOZA

Concierto en B menor para una niña sin dientes
El Club de Mujeres Algo-Optimistas de Ciudad Miseria decidió reunirse a puerta cerrada y sin martinis un sábado por la mañana. Así pasaron varios días en su encierro impuesto. Discutieron mil formas de ayudar a Penélope, quien se hiciera famosa al caerse de un balcón y perder tres dientes, ninguno de leche. Cuidad Miseria amaneció el 21 de enero de ese año cubierta de costosos afiches impresos en brillante papel e imágenes de alta resolución. La cara de Penélope, entre coqueta y bocacha, sonríe mientras se anuncia un concierto clásico para operar su sonrisa.

jueves, 10 de mayo de 2007

maría eugenia CASEIRO

Dicen que caribe es un adjetivo y caribeño un invento caribe.Esa es nuestra etiqueta, el cambio, el movimiento; nada es estático en estas islas bañadas con generosidad por el sol, el mar, el color y el sabor; sabor que ha merecido el adjetivo metamorfoseado y metamórfico caribeño. El Caribe es un universo reverberante de matices, calidez y movimiento; poblado de luz y especialmente de seres que no podían haber escogido mejor lugar para nacer y ser pregoneros de sus orígenes, para compartir los predios de este paraíso climático con todos los habitantes del planeta.

DESCARGA MATINAL A LO CUBANO

Graciano hablaba sin parar:
-Caramba, Pedro, esto no es vida, no me negarás que en nuestro tiempo las cosas eran diferentes. ¡Chico!, no me mires con esa cara de yo no fui, que tú sabes bien como son las cosas. Mira la chiflada de mi nieta, se pasa la vida contando las calorías que le entran y le salen del cuerpo como si fueran cuenta bancaria en donde es mejor perder el peso que ganarlo. ¿Y qué me dices de Juanito?, con tanto estruendo, bum bum y reguetón1, que cualquier día hay que internarlo en el manicomio, o por lo menos, recogerlo del suelo con pinzas, con el esqueleto hecho leña y los ojos en blanco.
Yo te digo una cosa, Pedro, yo con todo lo viejo que estoy no me cambio por ninguno de éstos. En mis tiempos (me acuerdo y todavía se me pone la carne de gallina), cuando un hombre bailaba con una mujer, bailaba con una mujer, y no había nada de brincos y saltos que le despetroncaran2 a uno los mondongos, chico. Hay que verlos como se ñanguetean3 todos que parece que tienen el mal de sambito. Y eso son los buenos, los tranquilitos, porque hay otros que, como le dicen aquí, le meten al perico;4 ya tú sabes, le dan a la droga en la misma costura… y ahí si que se le complica la existencia a la familia, viejo.
Yo no sé que va a ser del mundo si las cosas siguen por este camino, Pedro. ¿Tú no has visto que cada día hay más delincuencia? Oye, chico, si no hay más que ver los tatuajes esos que ya no les cabe uno más en el cuerpo, y todavía no han aprendido ni a limpiarse el fondillo, chico. Y por si fuera poco, todos llenos de areticos y de gangarrias; se los enganchan en donde quiera, en el ombligo y hasta en la lengua. Yo no sé cómo pueden comer, mi hermano, con esos perdigones en la lengua. ¡Ah! y las chiquillas no se quedan atrás; las hay que entran en todo, ¿oíste? Yo en esa si que no transo, ¡qué va! Si alguno de mis nietos se me aparece con un tatuaje…, mira, chico, déjame no decirte un disparate, porque lo que me viene a la mente es cogerlo por el pescuezo y estrangularlo.
¿Qué te parece, mi hermano?, ¡hum! La culpa la tiene el puñetero tiempo; hoy día no hay tiempo para nada, no hay tiempo ni pa’ cagar con gusto, como dice Bartolo. Si hasta pienso que el platanar se le ha quedado vacío. Ya con eso te lo digo todo. ¿Cómo rayo va a haber tiempo para educar a los hijos?... Entonces tú ves que los padres se despetroncan y largan la tira del pellejo trabajando para eso mismo, para que los muchachos tengan un futuro. Claro, porque sin el billete, que dicho sea de paso, cada día está más perdido, no hay nada, compadre, nada, ¿me oíste, cara de momia? Naaada con mayúscula, y ná’ en buen cubano. Como te decía, silencioso, la familia se va a pique, ¿y la juventud?, pa’ casa’el carajo.
Yo la paso como puedo, no me meto con nadie pero tampoco dejo que me sopapeen, le tiro un cabo a la hija y luego me pongo a ver mi televisión, fumándome mi tabaquito y tomándome mi cafecito. ¡Ah!, eso sí, me como mis pastelitos de guayaba, y de vez en cuando me tomo mi cervecita, y también me echo mi trozo de carne de puerco, porque con eso no le hago daño a nadie, ¿lo oíste?... Que se vaya al diablo el colesterol, porque mi hija no tiene tiempo para nada entre tanto puñetero trabajo; ni de ir conmigo al doctor. ¡Jaaaa!, de eso la libro yo. No es por nada, viejo, pero así, no le digo lo que no me conviene. ¿Qué te parece, silencioso? Uno tiene que tener su truquito porque si no, ya tú sabes. Su mentirita boba de vez en cuando no cae mal -se persigna- porque, ¡la pobre!, no, no, no, si uno le fuera a contar todas las miserias de uno a los hijos, tú lo sabes mejor que nadie, Pedro, ¡qué va, viejo! Ella la pobre se la pasa largando el soyate5 en la factoría de mierda esa que… ¡Ńooo!, tengo unas ganas que… mira, mejor ni lo digo. Es que a uno le da roña que los hijos pasen tanto trabajo, y total, para nada; la cosa es joderse la semana entera en la puñetera factoría y luego el domingo a trabajar como una mula en la casa y a servirle de criada a toda la partida de come catibía esa que se le juntan a pegar la gorra y le dan a la lengua como trastornados.
Chico, yo te voy a decir una cosa: a mí, que me quiten lo bailao. Yo sí que aproveché mi juventud y tenía las mujeres como me daba la gana. Bueno, después llegó la madre de ésta, y ya tú sabes, me metió en cintura. No te digo que no me di mis buenas escapadas pero, con la vieja ya era más corto el brinco. Luego la cosa en el terruño se puso mala y hubo que salir echando. Por cierto, Pedro, que mirándolo bien los muchachos no hacen nada malo con eso del bum bum y la brincadera, ¿sabes?, ni tampoco con lo de las calorías. Mira, viejo…
-¡Abueloooo!
-Ay, chico, me asustaste….
-Tú no pierdes la costumbre de hablar solo. Apúrate, que ya va a pasar el camión de la basura y no sacaste el tanque. Luego mami protesta. Yo me voy volando que voy a llegar tarde al colegio - dice alejándose Juanito ya con los audífonos puestos.
-Bueno, Pedro, tú sabes como es eso, la juventud manda. Oye Pedro, chico, yo te digo a ti una cosa, si yo tengo que pasarme esta juventud que se está viviendo ahora, mira chico, hago lo mismo que tú -se persigna de nuevo-, ¿oíste? Bueno tú si que estás jodío, viejo, pero chico, esa es la vida, no me lo tomes a mal y perdona, compadre, pero es la pura verdad, tú sabes cual es el dicho: al que le tocó, le tocó. Yo paso, hermano. A mí todavía me andan buscando, y Dios quiera que se demoren en encontrarme. ¿Quién te va a hacer cuento a ti que ya te cogió la de palo?
Graciano se persignó una vez más, guardó el retrato de Pedro en la cajita y salió del cuarto hablando solo.
(Cuento Primer Premio Artesanías Literarias 2007)

pedro GRANADOS

Hallarme en Santo Domingo

Hallarme en Santo Domingo es estar dentro de mi inconsciente. Ya te lo dije, besé sus nalgas hasta los tiernos pelos. Una corbata michi es aquella espléndida mujer. Una ola enorme ceñida asombrosamente por la cintura. Responde al nombre de Miledy. Te dije que era negra como una yegua negra y, ambas, harto sensibles de los muslos también. Y quemante, que hacía arder el lecho. E insaciable, de un centenar de polvos por noche. Polvo en las cóncavas palmas, en los bien tallados oídos, hasta en los breves y como hipnotizados pies. Mole de carne y de amor de negra esclava, es mi Miledy. La reina de Hato Mayor.
Continuamos, pues, con la República Dominicana; mejor dicho, seguimos ya para siempre muy dentro de ella. Quizá esto merezca una explicación, una argumentación que de algún modo --nada enfático-- nos oriente. Nacidos en el Perú, de padres andinos, limeños de primera generación y habitantes de un barrio popular en la capital donde el morenaje constituía lo minoritario, lo "otro" e, intuíamos desde niños, lo prohibido; es lógico imaginarse, pues, lo felices que nos sentimos ahora rodeados de morenas, de sabrosísimas negras, más bien, como el trébol bienhechor --y de una sola hoja-- que es mi Miledy.

MAR RETINTO
UNO

El sudor
le gana al poema.
La alcantarilla
a mi voz.
Una irregularidad, apenas.
Un terrón de azúcar desconcertado
ante tantísimo eco.
Así el niño que vende,
y la muchacha que compro
ni con palabras
ni con besos.
Poesía de cara a la desconcertante
habilidad de unas serranas
de uñas multicolores
y engominados labios.
El sudor
puede más que la sed.
Porque aquél es secreto y el anhelo
sólo puede mover montañas.
Poco a poco
corto trocitos
que añado a mi licuadora.
A la noche de Santo Domingo
es preciso palanquearla con un fierro
antes de asirla y cortarla bien.
Noche densa y aceitosa que resbala
--como por un embudo--
hacia las nalgas de mi ocasional muchacha.
Muchísimo más negras que su propia cara.

DOS
Una muchacha negra
va uniendo los cabos
de lo desconocido.
En veinte uñas
--y conectado a ella—
yo más bien soy su instrumento.
Una bocina por donde escapa
un nudo de ruidos
monocordes y muy antiguos.


TRES
La noche no depende de ti.
Esta noche, este cuello de botella
que compulsivamente atraviesas,
para nada depende de ti.
El semen tuyo, agua furtiva
que te asemeja a un arroyo
o a una chispa inocente,
en realidad no te pertenece.
Te has perdido en la noche
--como en el juego de los niños--
y no has vuelto ni han vuelto a encontrarte.
Sólo recuerdas el manso viento de la gente.
Sólo recuerdas el brillo de aquellos ojos:
una luz resbalando resignada
frente a tu puerta.
Todas las anécdotas al respecto
se reducen a esto.
Todo lo que has vivido también.
Una calle modesta y muy mal iluminada
y compulsivamente atravesada. Y la noche.

CUATRO
Al paso. No te apures.
Hasta el hoyo del papel
o de aquella india
de perfil tan moreno.
¿Qué es lo que se mueve
por ahí? Más ná.
Montao, y qué.
Con oro, y qué.
Como dice Chicho Severino
en su tan conocida bachata.
Hay problemas. Al poema
lo defendemos con un par de botellas rotas,
salvo si nos vienen con piedras.
Entonces, nos vamos.
Me llamas para atrás. Cónchole.
Ante la curva de la piedra
prefiero la de tu vestido.
Y encaramado como un mango
tu tan sinuoso paso espero.
¡Bendito palo!

miércoles, 21 de marzo de 2007

edilberto GONZÁLEZ TREJOS

"Ruge la mar embravecida
rompe la ola desde el horizonte ...
brilla el verde azul del Mar Caribe.
"TIBURÓN - RUBÉN BLADES

Mi pluma se yergue y saluda al Gran Caribe, Aquel que, como dijo alguna vez J.J. ARMAS MARCELO, se extiende desde el Delta del Mississippi hasta el Delta del Amazonas, plétoro del reflejo del sol en arenas de albura extrema, brisa fresca a ratos salvaje, calor picoso, llanos, cañaverales y una que otra Sierra tímida e introvertida.

Allí donde las "caras lindas de mi gente negra" beben ron, cortan caña, tocan tambor, menean las caderas. Un crisol de razas, precolombinos, europeos, africanos, asiáticos y todo lo que existe en el medio.

Tierras entre aguas, ínsulas, penínsulas e interínsulas, bañadas de carnavales, salpicadas de sangre y sudor, permeadas de alegría y grito, entre el hambre y el sueño no cumplido, evoco estos versos desde Panamá, de hablar rápido, oxigenado y cadencioso.


I. V a c í o ...
Incluso cuando no estoy solo
hay un vacío inescrutable,
se resiste ante todo
intento,
me siento
como un pozo seco,
inexplicable.
Mas en mi soledad
llamada así sólo
por ponerle un nombre,
mi mente
se desvanece en vacuidad
y se disipa mi llama,
al apagarla
este gas que consume mis
escamas.

II. P a i s a j e s
Llanos ardientes que queman tus pies,
cañaveral picoso que corta tu interior.
Harinos dispersos
cuidan al arroyo que sólo es ribera – en tranque –
Cielo despejado sobre polvo antojadizo.
Aguaje...de hermanos sedientos, mueven los pies,
demencial y exitoso culeco, "lo mejor",
amigos inquietos,
destilan el empeño de inundar la carretera – en sangre –
Pelos plegadizos del sexo ulcerado.

III. N o c h e
Es poco lo que te queda,
proseguir al acecho con la presa
que pusiste en la mira
de día.
Dormir, exhausto, embrutecido
por estupefacientes y licor.
Bailar con tu sombra en la pared,
abrir los pliegues del calamar en sazón
y exprimir los jugos.


IV. B o s q u e
Es poco lo que nos queda,
seguir destruyendo la maltrecha naturaleza,
que así nos mira
entre clemencia e ira.
Morir, nefasto es el sino
que nos estamos haciendo con vigor.
Despreciar esas sombras de madera
bajo flores que se abren púrpura y marrón
y exprimen sus jugos.

IV. P r e c i p i t a c i ó n
La lluvia cae intempestiva
mil metros separan las orillas,
carreteras de cemento y Puentes "Bailey",
miradores para apreciar la festiva
vista y la tranquilidad que nos maravilla,
el perfecto balance de la naturaleza y
su ley.
Mas yo, entre viejos libros, oficinas
faxes y procesadoras de datos,
aire acondicionado,
me petrifico y me muero por el dinero
para poder disfrutar de lo que me fascina
y de este juego demencial no escapo,
todo está condicionado
a usar al Sistema para conseguir aquello
que quiero.


V. S u e ñ o
Me alimento del exterior,
busco afuera lo mejor
y quién sabe si entre abstracciones
llegue yo a las primordiales conclusiones
en ésa, mi Lucha Interna,
para sobrevivir en esta "Vida Moderna".


Original de Febrero de 1992, editado en marzo de 2005

sonia MARCUS GAIA

Créame, en el Caribe, la fiesta se enciende y explota. La música ondeará toda la noche como una burundanga existencial y suicida. Los cuerpos sudorosos recrearán una exótica tarjeta postal y bailarán embadurnados de merengue. Y es que aquí el movimiento campea con las más altas técnicas del boxing. En la radio se escucha "la noche es para un largo viaje y hay que llegar". Y yo muevo el rabo y la maraquita. El Caribe que sonaba según dijo Nicolás Guillén, y que menciona Luis Rafael Sánchez, nos recuerda más al éter oscilante de silicón de Iris Chacón que a la sonata impoluta de los campos mambíes y las estrellas. Desorden público que late que late cada día porque al Caribe siempre le han retumbado los golpes. También le retumba el viento, y el mar, y el tránsito, y la vida. Debe ser porque aquí todo se multiplica, irradia fecundidad en su luz, bellaquería en sus colores, taciturnidad en sus ciegos espermatozoides. Debe ser porque su fertilización se encuentra alta en calorías de piel y manteca, de granos, sal y melaza. Casi lo mismo que decir en carne, sangre, aullido e inmediatez. Aquí el movimiento, sépase, coarta el soplo de oxígeno necesario, para volverlo instantáneo y efímero; porque así se escupe la violencia de su esencia y como un niño, con el arrullo marino, terminará la fiesta y regresará al regazo amado, en silencio, a descansar. O a matar.


c o s t u m b r e s
ulises sigue navegando por los mares pacíficos. penélope lo espera, se despereza, se desespera y entra al metro. el rodillo anda sin hilo y la noche vale eterna. entonces, después de una larga noche desvelada, regresa a la casa de mañana. él, como casi siempre cuando regresa, la espera, se despereza, se desespera y entra también al tren.ella comenta a una amiga, frente a la rueca, cuando ya ulises vuelve al mar: "digamos, tan sólo, que somos un par de adorables animales de costumbres".


p e n é l o p e h a r e g r e s a d o
penélope llega. ancla sus largas pestañas de mármol sobre la mirada negra de un bailarín ruso y reclama: ¿y a mí, quién me ha esperado? es por eso que el océano perennemente cuelga solidario.


s o b r e p e s o
pienso que habita un hueco tan gigante casi de la misma densidad de la capa de ozono en mi complexión. subsiste allí desde la era mesozoica, fosilizado de los sinsabores del género humano. las dimensiones son inconmensurables (o inmediables) porque cada día se expanden a 100 kilómetros por hora. si sigo así tendré que usar tallas triple extra grande por el resto de mi vida, o peor aún, competir con la gorda más rolliza del circo más famoso del mundo. competirán nuestros propios pesos vivenciales, pero ya que el aire no tiene peso, perderé la suerte junto a la lotería, lo mismo que todos los viernes. y como se puede estar peor cuando todo empeora, me supongo que me sentiré conectada con el pejesapo que chochea alegremente en el estanque del jardín, quizás volaré entre las olas con un deforme y bello pez globo todo lleno de espinillas juveniles o, para colmo, a lo mejor serpentee sin control en las suaves profundidades del caribe convertida en un chapín de lo más gracioso. da igual. perpetuamente me ha gustado el mar. es el único lugar donde caben mis mortales suicidios. no quepa la menor duda, desde los acantilados más feroces donde se han estrellado gaviotas freudianas hasta las más calmosas playas, destinatarias de turistas y náufragos insaciables, hay espacio, no lo dude usted, para todos (dimensionalmente hablando).


t o d a s l a s m u j e r e s
creo cabalmente que todas en el fondo tenemos una puta dentro de sí. ¿nos han visto en la calle? cómo cabalgamos, cómo movemos nuestras armaduras, cómo formamos ladrillos sin tropezarnos inútilmente. los objetos no chocan con nosotras, se echan a un lado para dejarnos el sendero amarillo. no pasamos inadvertidas para las puertas, saben que no concurren onanismos más geniales que los de las astillas cuando una mujer se desliza a través de ella. mientras nos alargamos, en ese instante moribundo, el olor que nos tropieza entre los muslos inunda en dirección hacia la pescadería. Y se complejiza la tarde en el mercado. allí no basta con mirar el marido ajeno, para que andemos destejadas como gatas al acecho. inmediatamente detectamos que, las otras, le arañan la mano a éste para que el pobre no esconda su propia soga matrimonial (esos diabólicos aritos muy simpáticos e inofensivos), le martillan la nuca al amante o se aferran a las encinas del amigo, y se miran, mientras realizan un inventario del mes. a mí eso no ha de preocuparme mucho. yo sólo voy a la pescadería a reconocer mis propios olores, para distinguirme de ellos en la calle, para aprender a tropezar con cuánto muelle que espere a una sirena, para permitir que las puertas reconozcan que malgastan demasiados espermatozoides con sus propias lujurias arbóreas, para retar a la muerte en las rayuelas con esos aritos circunspectos, y para permitirle a la puta, que descanse, aunque sea de vez en vez.